Puedo asegurar que sí. Pero me consuela saber que incluso a los buenos escritores les cuesta. Hay que poner imaginación, sudor, y seguir adelante cuando viene el desánimo. Hay que contar con el desánimo. Si se sigue firme, desaparece la niebla del desánimo y reaparece la meta, a veces incluso con más claridad.

Cuando era niño odiaba las famosas "composiciones" que nos asignaban para hacer en casa. Una típica: "redacta una composición de una página con el título 'Comenzó la primavera' "... Ufff que malos recuerdos! Creo que fue el ejercicio profesional el que me forzó a escribir más y mejorar mi modo de exponer las ideas por escrito.

Pienso que la deformación profesional como ingeniero de sistemas me ayuda a elaborar conceptos abstractos, a conceptualizar de modo sistémico (todo tiene que ver con todo, Platón lo llamaba sinopsis), a ponerme en la cabeza del cliente (del alumno, del lector), a ser claro en la exposición sin terminología críptica, a documentar los sistemas informáticos de modo que los entienda hasta mi abuela...

Bueno, no es raro que a los ingenieros nos pique el bichito de la filosofía. Quizás porque estamos acostumbrados a preguntarnos por qué y cómo, por la afición a la física y a la matemática, por tener en cuenta las condiciones iniciales y de borde, no sé... tal vez. Mi afición por la filosofía viene desde los 15 o 16 años. Soy de temperamento reflexivo y me gusta hacerme preguntas difíciles y rumiar las respuestas. No seguí filosofía porque a la hora de elegir profesión en mi país no puede dejarse de tener en cuenta el sustento económico, y la filosofía, al menos entonces, no daba mucho de sí en este aspecto.

Muchas veces, delante de la pantalla en blanco, me acuerdo de aquella famosa frase de la película "Buscando a Forrester", cuando el profesor le grita a su alumno, paralizado delante de una máquina de escribir: Punch those keys, for God sake! [Golpea esas teclas, por el amor de Dios]. Es así, las palabras más difíciles son las primeras, pero luego es como un proceso mágico y las ideas fluyen, como un rompecabezas en el que una pieza llama a la otra. Después reviso y corrijo, reviso y corrijo, no sé cuántas veces, hasta que un párrafo exprese con claridad y sencillez lo que deseo transmitir. Después dejo descansar el texto unos días para revisarlo de nuevo con otros ojos. Da resultado. Si me gusta como está, por lo general gusta también a otros.

Comencé a dar ese curso introductorio por casualidad, sustituyendo a mitad del 2000 a un docente. Me fue bien. Fui acumulando textos breves que me parecían claros y puse imaginación a la didáctica para hacerlos atractivos, con ejemplos, esquemas, presentaciones, videos, juegos, competencias, etc. Creo que me lleva la pasión a hacer pensar a los adolescentes, algo a lo que hoy por hoy parecen tener alergia... Unos años después me pidieron hacer un libro sobre ese curso. Me resistí todo lo que pude, hasta que me largué al agua, pero decidido a llegar a la otra orilla y sin apuro. Y llegué. Y hace un par de años "De la mano de los griegos" trajo de la mano a la editorial con la que acabo de publicar, junto a otros dos autores, otro libro de texto, "Atrévete a pensar". Se puede averiguar sobre él en mi Facebook.

En primer lugar es amplio. Me gusta trabajar sobre superficies grandes. Ahora estoy escribiendo sobre una... (¡nunca la medí!, voy a buscar una cinta métrica) ... mide 1 x 1,70 metros. Y el escritorio de mi oficina tiene un tamaño similar. Delante mío el notebook (casi una extensión de mi cuerpo y mente...), en una esquina el bolso del notebook, a mi izquierda una lámpara, y sin coordenadas fijas suelen estar el smartphone, libros que estoy leyendo (nunca leo uno solo por vez), el estuche de los lentes, alguna factura a pagar, algún sobre de papel, un pendrive, quizás un pomo de dentífrico vacío para acordarme de reponerlo, el portadocumentos, tal vez el Kindle con su cable, y un crucifijo chiquito que me alienta a trabajar duro y a pensar que lo mejor está por llegar...

Creo que un conjunto de factores. Por ejemplo, mi gusto por la tecnología y la comunicación; las ganas de que mucha gente, muchos estudiantes, puedan acceder de modo sencillo y barato a un libro de texto ¡y sin fotocopiarlo!; cierto afán de aventura digital, o quizás, la curiosidad de largar mi libro a la red, como quien tira al mar una botella con mensaje a ver a dónde llega (ya ves, uno impreso llegó a una editorial y gustó); y también las ganas de hacer rendir económicamente mejor todo el esfuerzo hecho.

Si sigo vivo es porque todavía tengo algo que hacer por mi familia, mis amigos, mis alumnos, mi país, mi mundo... ¡Arriba! A las 6 y 20 am ningún pensamiento negativo tiene fundamento más que en la imaginación.

Dada la buena recepción de "Atrévete a pensar" en ámbitos académicos, estamos pensando en los próximos dos libros de texto sobre Filosofía para los últimos dos años de enseñanza media. Es apasionante, a pesar de saber el trabajo que nos espera.