Su imagen es tenebrosa y, a su vez, adorada en toda Latinoamérica. La gente sencilla le levanta altares en un rincón de su casa. Es la Santa de los desheredados, de los pobres y de los perseguidos. Es la deidad de los policías, y también la de los delincuentes, y muchos suelen tatuarse su imagen como protección. Esta obra es un rico y actualizado panorama de este peculiar culto.