Miguel Gómez Losada

Biography

Me llamo Miguel Gómez Losada, nací en Córdoba el 13 de mayo de 1967. He vivido en Córdoba, Granada, Sevilla, Málaga, Madrid, Barcelona y Lisboa.
Mi abuelo paterno se llamaba Saturnino Manuel Gómez Fernández (Villararto, 1903-Córdoba, 1985), que fue pastor en los campos de Villararto. Tenía tres mastines: Galampo, Marquesa y Conchales. Tocaba la bandurria en un grupo que actuaba por las verbenas de Los Pedroches; y mi abuela Araceli Parejo Rojas (Villanueva de Córdoba, 1910- Cordoba, 1974), de quien recuerdo su sonrisa, cogerme y ver con ella pasar los coches desde los Jardines de Vallellano. Por parte de mi madre están mi abuelo José Losada Osuna (Córdoba, 1905-1952), que fue dependiente en Zafra Polo, y mi abuela Rosa Ruíz Masa (Ojuelos Bajos, 1909-Málaga, 2004), refinados, con la educación cordobesa de no hacerse notar. Vivían en Santa Isabel Nº10, Santa Marina, Córdoba. Era una casa con penumbra íntima de patio interior. Mi madre, Rosa Losada (Córdoba, 1933), fue maestra en Monturque. De ella me viene la sentimentalidad y la inclinación al Norte: venera el verde, los días nublados y los árboles secos. Mi padre, el pintor Marcial Gómez (Hinojosa del Duque, 1930-Córdoba, 2012), compró el Atlas Aguilar, que tenía mapas a color por los que viajaba con el dedo. En 1969 se fue de crucero por el Báltico, el Norte de Europa y Rusia, siendo estas mis primeras nociones del horizonte. De su pintura salió la mía.
Tuve una infancia feliz. De 1972 a 1976 pasábamos los veranos en el chalet que nos hizo el arquitecto Carlos Luca de Tena en la Sierra de Córdoba. Allí aprendí a nadar y a montar en bicicleta. De noche sacábamos el telescopio, lo apoyábamos en la chapa del pozo apuntando por el hueco de los pinos, invocando satélites y ovnis. Mi padre decía: «Si me llevan estad tranquilos, los extraterrestres tienen una inteligencia superior y no me harán daño». De 1976 a 1980 pasamos las vacaciones en Mijas. Me hice amigo de los niños del pueblo, di mi primer beso. Se llamaba Emilia, tenía un lunar. Por las tardes me adentraba en el olivar que había debajo de casa, me fascinaba cuando las chicharras se callaban a mi paso, o ver a los escarabajos escalar, a veces sin éxito, por las cacas de los burros. Algunas noches venían mis titos de visita, que aprovechaba con mis primos Mariano y José Ramón para corretear por la Ermita del Compás. Mi padre nos llevaba a la playa de Carvajal, donde Los Olimpos.
Hasta 8º de EGB estudié en Cervantes (Maristas de Córdoba) y el BUP en La Trinidad. De este instituto quiero nombrar a D. Santiago Reina López, que me despertó la literatura, y al compañero Antonio Castro, «el negro», que traía cintas con las novedades Funk grabadas en Rota. Los veranos de 1985 y 1986 fueron decisivos: Club Picapiedra en Carvajal y Discoteca Pomelo en Fuengirola; más Funk, modernidad con pantalones de cuadros y tirantes.
Luego Bellas Artes, hice el examen de ingreso en Granada y en Sevilla, aprobé los dos y me fui a Granada porque estaba mi amigo el arqueólogo Ángel Ventura. Compartimos piso en Los Pajaritos. En segundo curso cambié el expediente a Sevilla. Pasé la carrera universitaria sentado en el patio de la facultad, y los fines de semana en la Discoteca Rrio. Ponían Funk y Rap del momento (1989), estaba en la Calle Betis. En el mundo de las bellas artes no había nadie con quien compartir la música negra, tampoco en la modernidad cordobesa.
Saqué el título de socorrista acuático para ganar dinero. En el verano de 1990 me destinaron a la piscina de Obejo. Era la primera vez que vivía solo. En el salón de la casa monté el estudio, pinté bodegones de fruta y el paisaje que veía desde la piscina. Con esta pintura hice en la Casa de la Cultura mi primera individual. Mis amigos en Sevilla eran Antonio Pérez Jiménez y Francis Amat Vargas, almerienses. Estuve en Praga, Budapest (la ciudad de Lajos Zilahy) y Viena, viajes que organizaban Taizé y los salesianos de Córdoba. Suspendí Geometría Descriptiva y Pintura Mural, me licencié con retraso, en 1993.
Volví a Córdoba unas semanas para pensar en el mejor movimiento para mi carrera. La Expo’92 de Sevilla no trajo nada para el arte y la generación de pintores sevillanos que hoy son comunidad aún eran estudiantes. Gané el concurso de pintura Maestro Mateo, me dieron setecientas mil pesetas y me fui a vivir a Madrid. Allí conocí a José Antonio Montano, malagueño, mi primer escritor. Hicimos amistad caminando. De día buscábamos impactos de bala por los muros y de noche a Carbones y a Y´asta. Apurábamos hasta la madrugada para comprar el primer periódico del día en la Puerta del Sol, ahí nos despedíamos. En verano le visitaba en Málaga: de noche veíamos su colección de películas en VHS de ¡Qué grande es el cine!, el programa de José Luis Garci, coloquio incluido. Al día siguiente más rituales, Superchoc de Frigo, vinilos de segunda mano alrededor del Mercado de La Merced y CDs de Jazz en El Corte Inglés. Allí compré los Rare grooves de Blue Note, Lonnie Liston Smith y todo lo que hubiese del sonido Mizell. Por la tarde me bañaba en la Malagueta, José Antonio me esperaba en la terraza de El Navegante. Por la noche a Dr. Funk, una discoteca que había en la calle José Denis Belgrano donde pinchaban las novedades R&B. Recuerdo bordear la Costa del Sol en su coche oyendo cintas de Bossa y Jazz Funk. En mi libro de artista Cien ojos (1996) incluí una selección de sus poemas, y luego mi favorito de él: Proyecto Cero, en el catálogo de la exposición Ida. Si escribo es gracias a José Antonio. Nuestro sitio en Málaga es Tano´s (Huelin), por el picante y la tarta al whisky generosamente bautizada (en su cacerolita de barro).
De 1995 a 2013 estuve pintando en Córdoba, primero compartiendo estudio con mi padre y desde 1996 en mi piso de Ciudad Jardín. En estos años hice amigos: Manolo Garcés, Yonka Zarco, Leo Serrano, Manolo Gutiérrez Peña (Mothership Pradera), Juan Bolaños, José Antonio Modelo, Maripaz Franco, Alfonso Muñoz, Rafa Sillero, Juan Antonio Bernier, Rafael Antúnez, Raúl Alonso, Antonio Lucena, Alberto Miño, Quino Fayos, Beatriz Ortega Calderón, Pedro Caro y Rosa Lara, Juan Serrano, Josefo Royón, mi primo José Julio Losada, Marina Rodríguez Delgado, Esther Amo, Joaquín García Weil, María Rivas Roldán, Nieves Galiot y Juan Pablo Lucena, que recuerde mientras escribo.
Expuse en la Galería madrileña Pilar Parra dos veces, Ida en 1996 y Fecunda en 1999. La siguiente fue Tundra, en Galería Rayuela, que me llevó a Arco en el año 2000. El curso 2003 lo pasé en Barcelona (mi sherpa fue Pepe Farruqo). Allí expuse con Carme Espinet, pero lo mejor fue andar por las mismas calles que mi padre cuando a final de los 60 se abría paso en la industria textil.
Mi colección de vinilos aumentaba: Funk de los 70 y 80, Rare Grooves de Jazz, y Rap, absorbiendo esa vasta cultura de las portadas y las tipografías. Mi especialidad es el Funk de 1984 y 1985. Estuve 10 años escribiendo artículos para la revista de papel EnlaceFunk, así como pinchando por Andalucía y Madrid. Fui residente desde 1986 en bares de Córdoba como La Buardilla, M30, Single Bar, Dadá o el Jazz Café. Desde 2004 con Salah y David DJ (cuando pinchamos juntos nos llamamos The Black Evolution). Tengo algo de apóstol, una voluntad de contar qué es el Funk, el Soul o el Jazz. Curiosamente, las baladas de los grupos de Funk, formados por hombres, me animaron a expresar la ternura públicamente. El Soul es amor. Esta música fue y sigue siendo un tutorial para la nueva masculinidad. También me siento divulgador de la pintura, comparto mis descubrimientos en redes incesantemente desde la época de Fotolog. Con la música, la lectura y el cine, soy fiel. Cuando me gusta un autor lo venero. Pasé años buscando todos los libros del húngaro Lajos Zilahy; todos los elepés, maxis y singles de Cameo y todos los cómics de Rahan; Devoré las siete películas de Tarkovsky, ídem con las de Bergman y Eric Rohmer, y así todo. Cuando viajo mi prioridad son los mercadillos, tirarme de cabeza al detrito cultural, salir del Tiempo. Con esa misma actitud entro en los museos.
En 2005 organicé en Córdoba con mi amigo el escritor Eduardo Chivite, Agujas de pino, un ciclo de lecturas poéticas donde pedíamos a los autores sus imágenes favoritas. Las proyectábamos. El término poético incluía la arqueología, por ejemplo. Abríamos la noche con música en directo. Aquel tinglado llegó a oídos de Rafael Obrero, el nuevo decano del Colegio de Arquitectos de Córdoba, quien me propuso hacer algo similar en su sede. Lo llamamos El Patio del Colegio. Rafa me decía que el Colegio debía participar de la calle. Programé artistas para transformar el patio, se leían poemarios, cerrando la noche pinchadiscos de Funk, Rap o Jazz en vinilo, también Break dance. En 2006 exportamos el formato a Vimcorsa, esta vez el programa empezaba por pintar sobre la fachada del edificio, un artista cada estación del año y la misma juerga. Lo llamamos El jardín de la casa. Fuimos pioneros en programar así. No diseñé ningún evento que no practicase.
En 2004 comisarié la antológica de mi padre en la Diputación de Córdoba. Entre tres amigos formamos la plataforma civil Qué pasa con la torre, con la que detuvimos la construcción de un rascacielos en el solar del Hotel Meliá Córdoba, a 50 metros de la Judería, que asomaría por encima del casco histórico y de La Mezquita. En 2007 hice un mural efímero en el suelo de la Plaza de Las Tendillas, Ártica. En 2008 expuse La esperanza en la galería Carmen del Campo, muestra que incluía dos grandes pinturas a modo de fantasía vegetal. En 2009 me trasladé a Sevilla en busca de algún rescoldo de los años universitarios, estuve alojado en una pensión que había en la calle Tintes 19, muy barata porque estaba en obras. Recuerdo el ruido y el polvo de ladrillo sobre la cama.
En 2011 me llamó el arquitecto Arturo Fernández para decirme que le habían encargado la remodelación de la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba, proponiéndome un gran mural para la biblioteca. Lo llamé Atlas Nocturna. Dibujé con pincel una celosía vegetal negra, a mano alzada sobre doble vidrio, medía 20 metros de largo con un cuerpo central de 6 metros de alto. El argumento era la luz a través. Mi novia era Raquel Pascual, hoy amiga.
Desde 2005 mantengo una buena relación con las galeristas Maribel y Alejandra Bordoy, de Aba Art, en Palma de Mallorca, donde presenté en 2010 la individual Visiones de un nuevo mundo/ primeras flores y otras hierbas/ el frio, las estrellas, encargándome a su vez murales para el Ibiza Gran Hotel. En 2011 expuse de nuevo con ellas Te recuerdo al sol.
En el invierno de 2013 me fui a Lisboa con Almudena Fernández Ortega, vivimos en Rua Gilberto Rola 45 una luna de miel que dio como fruto las series pictóricas Cuartel y Sacristía y Dos Prazeres. Después de un breve paso por Córdoba nos fuimos a vivir a Málaga, primero a Calle Parras 22 y más tarde al Edificio Cantabria 66 en la Calle Cuarteles. Ahí adoptamos al gatito Jimmy. Era un quinto piso con dos inmensos balcones, uno de ellos daba a la estación de Renfe, donde se posaban cientos de gaviotas al atardecer. Viajamos a La Coruña, Oslo, Bruselas y París. Estos años pinté las series Discoteca Pomelo, Una historia rusa, Folk y Palo Tambor, estas tres últimas las expuse en la galería Yusto/Giner de Marbella, donde conocí a Sandra Pedraja, y a través de ella a Sonja Pawlik. Estos tres años en Málaga se suman a mis raíces en la Costa del Sol: Mijas, mi Tita Mari, las discotecas y José Antonio Montano.
En 2016 regresé a Sevilla con Jimmy, compartí estudio con Matías Sánchez, Cristina Lama y Alba Cortés, por donde solían pasar los pintores Juan José Fuentes, Concha Ybarra y Gloria Lomas. Adopté a la gatita Chica (María Cortijo me ayudó en su crianza). Fueron memorables las cenas en casa de Cachito Vallés y Patricia Bueno del Río, que llamábamos «La guacamolada». Los domingos quedaba con mi amigo Nacho García Filoso, el resto del tiempo libre lo pasé en el desaparecido Bar La Jara, en Calle San Esteban, donde escribí en el móvil una parte importante de este diario.
Empecé a pintar Romanza, que expuse en el CAC de Málaga siendo director Fernando Francés, quien apoyó mi carrera en estos años. Abrí campo y decidí volver a Madrid. Alquilé un piso en la Elipa, Calle María Teresa Sáenz de Heredia 22, cerca del estudio, que estaba en Antonio Pirala 19. De aquel taller destaco las conversaciones con Rubén Guerrero, que pintaba al otro lado de la pared; allí terminé Romanza y empecé Escandinavia; y la llegada providencial de las pintoras Ángela Mena y María Tapia. Cerraba el día con mi diario en el Bar Las Gárgolas, de Isidro. A menudo cenaba en La Panza es Primero, el mejicano de Chueca que me descubriera en su día José Antonio Montano. «Extra de picante por favor» y los margaritas granizados. Solía ir a las inauguraciones de Tres por cuatro, la galería del malagueño Benito Lozano, a por mi dosis de Andalucía. Esos meses quedaba con la pintora Nieves M. Corcoles, también con mi prima Mati Aguilera y su novia Mercedes. Los domingos con mi amigo el pintor Javier Palacios, con quien hice un exorcismo en los jardines de Moncloa: echamos a rodar cuesta abajo una piedra de un metro de diámetro hasta que se detuvo en un arroyo, limpiándonos con este gesto la carbonilla del alma y todo tipo de residuo mental.
En la primavera de 2018 volví a Sevilla con mis dos gatos, estuve pintando en el salón de casa unos meses, luego entré en el estudio La Bañera, en la Calle Imaginero Castillo Lastrucci 6, donde estaban Erika Espinosa, Miguel Núñez y Manuel M. Romero. Ya en 2020 me cambié al estudio actual, en el número 12 de la misma calle, que comparto con Alejandro Ginés, Rodrigo Vargas, Fernando Clemente, Rubén Guerrero, José Miguel Pereñíguez, Manuel M. Romero y Cachito Vallés. Puedo decir que he logrado una familia en Sevilla, por un lado, gracias a mi amiga Chelo Escribano y su academia Arte-Estudio, donde doy un taller todo el año: «Acercamiento a la voz propia, qué pintar y cómo». Aquí he conocido a Reyes Folsch. Por otro, Rafa Almarcha de Siempre Así y la pintora Ana S. Valderrábanos, que me han abierto su casa; a través de ellos he intimado con los pintores Javier Parrilla y Manuel León. También la pintora y profesora Carmen Andreu (May), que ha sido todos estos años mi contacto en Bellas Artes. El pintor Andrés Aparicio, que fue carpintero, me ayuda en la logística en el bricolaje. Con Marta Fernández y Paco Escudero, arquitectos del Estudio Curtidores, quedo para cenar.
Quiero agradecer a las siguientes personas que posaran para las exposiciones Romanza, Escandinavia y España y Portugal: Javier Palacios, Patricia Bueno del Rio, Alba Cortés, Lucía Tello, Rosa Aguilar, Irene Lázaro, Auxi J. Rubio, Mari Fernández Ferrer, Francisco Javier del Moral (Javi de la Belleza), Marisa Aldana Najar, Esther Cordero, Nía Castro y Ana S. Valderrábanos.

Books

Diario de pintura
Price: $9.99 USD. Words: 16,070. Language: Spanish. Published: December 23, 2021 by Editorial Cántico. Categories: Nonfiction » Biography » Personal memoir, Nonfiction » Art, Architecture, Photography » Applied arts » General
Para entender de pintura hay que evitar compararla con la fotografía, y sí con la literatura, el arte de escribir. La fotografía es para la pintura una inspiración, pero son de naturalezas diferentes. La imagen pictórica se crea sobre la marcha, se pinta corrigiendo, no se sabe si va bien hasta que se ve. Cuando se entiende esto reaparecen todos los cuadros que creíamos conocer.

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