Pequeño nigromante en ciernes, pronto descubrí lo complicada que es la vida de la gente en una ciudad. Cuando me echó de la cueva, mi maestro ya me había avisado de que no hablara de mi magia «negra», porque por aquí los muertos vivientes no son bien vistos. Yo no soy realmente un muerto viviente, sólo tengo una mano esquelética, pero mejor ser prudente. En fin, tampoco es que sea mi mayor preocupación.
En la cofradía de los Daganegras, aprendo muchas cosas, como la magia ilusionista, que me resulta muy útil para sobrevivir en este laberinto de calles: en el barrio de los Gatos, tenemos rufianes de toda calaña que es mejor evitar. Pero también tenemos buena gente, buenos «guakos» solidarios, como decimos por aquí.
No imaginaba, sin embargo, que pronto me vería envuelto en un tráfico infame que iba a enredar mi vida ya cargada de trabas.
Libros de la trilogía: El ladrón nigromante (tomo 1); El mensajero de Éstergat (tomo 2); El tesoro de los guakos (tomo 3).